domingo, 27 de diciembre de 2009

Principales autoras en la lucha por la igualdad (V)



Fátima Mernissi (Marruecos, 1940 - )


Fátima Mernissi, escritora marroquí, es una de las voces más relevantes de la intelectualidad del mundo árabe y una autoridad mundial en estudios coránicos. Nació en 1940 en un harén de Fez. Pertenecía a una familia acomodada, dueña de grandes extensiones de tierra y fiel a las tradiciones, toda su infancia se encuentra perfectamente reflejada en su novela, aclamada internacionalmente: Sueños en el umbral. Memorias de una niña del harén (1994).
Hija y nieta de mujeres analfabetas, Fátima Mernissi habló sólo árabe hasta los veinte años, después aprendió varios idiomas, estudió varias carreras en diversos países y se convirtió en profesora de universidad. Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2003.
Tras un minucioso estudio de las diferentes versiones del Corán, Mernissi lanzó su más célebre afirmación: el profeta Mahoma había sido un hombre feminista y muy progresista para su  poca, y no fue él, sino otros hombres, quienes empezaron a considerar a las mujeres como personas de segunda clase. Escribió "El harén político" con estas teorías, enfureció al régimen y el libro se convirtió en el único libro prohibido en Marruecos (todavía hoy). Mernissi  compagina sus múltiples actividades en Marruecos con su trabajo como escritora y las incontables invitaciones que recibe de todo el mundo para dar conferencias y presentar sus libros.
Su entusiasmo, como su risa, es una de sus características más destacadas. Tiene una extraña capacidad para tomárselo todo con imbatible ánimo, para convertir una derrota en un triunfo. Como, por ejemplo, el tema de su imagen. Fátima procura no salir en televisión y pocas veces se deja retratar en los periódicos y las revistas de manera que su rostro sea reconocible: acostumbra a ponerse un pañuelo o a taparse un ojo o la boca o alguna parte de la cara. Sin duda, ésta es una medida de prudencia más que necesaria para los tiempos que corren.


 Pero Fátima se niega a admitir esa limitación de su libertad, el reconocimiento de la presión de los integristas musulmanes, y prefiere decir que le gusta mantener el anonimato para poder investigar mejor y no ser reconocida por la calle y que al retratarse así está construyendo un símbolo de la situación de la mujer árabe, que no es del todo libre para hablar, ver y ser, a la vez que convierte sus retratos en una parte más de su lucha y de su mensaje.

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